HEXÁGONO ABIERTO
La industria muere sin actitud luchadora
España necesita
emprendedores. No necesita hombres de negocios que sean ingenieros en
finanzas, ni altos ejecutivos que buscan resultados a corto plazo. España tiene
realmente necesidad de auténticos emprendedores que se apasionen y amen el
producto, que busquen su perfección con vehemencia. Personas que sepan
transmitir y compartir con sus empleados la ilusión por la empresa para hacer
crecer sus productos dinámicos y competitivos.
Durante muchos años, en España han existido estos
emprendedores. Algunos eran descendientes de antiguas familias de empresarios.
Otros eran licenciados, médicos, ingenieros que deseaban llevar a la práctica
los conocimientos adquiridos en las aulas. Otros eran meros trabajadores;
estrictos luchadores inteligentes y motivados que deseaban aflorar en la
sociedad de su país; soñaban con tener su propia empresa y posteriormente ver
cumplidos sus sueños al transferirla a sus descendientes.
Hoy, nuestro país es
testigo de un cuadro desolador. Buena parte de las grandes y medianas
empresas españolas han sido vendidas a otros países. No tenemos apenas
industria farmacéutica o electrónica. La gran distribución de nuevas
tecnologías nos llegará de mano de alemanes, franceses o ingleses. Algunos
dicen que la propiedad no cuenta, que lo realmente importante es el capital,
pero cuando la propiedad se desplaza fuera de nuestras fronteras es allí donde
realmente se concentrarán todas las competencias y los centros de investigación;
también es allí donde se decidirá su publicidad. Un país que ha perdido la
propiedad de sus empresas se convierte en una colonia.
¿Y por qué no nacen
más emprendedores? Muchas veces, porque los hijos no desean continuar la
actividad desarrollada por sus padres, sobre todo los varones. Ya de
adolescentes, se han acostumbrado a la vida alegre, en ocasiones incluso
libertina, al dinero fácil, de tal forma que muchas veces vemos que son las
hijas las que suceden a los padres, pero tampoco éstas llegan a ser
emprendedoras.
En los centros de enseñanza se difunde la cultura
anticapitalista. No se transmite la satisfacción de la propia empresa, de la
lucha, del éxito. Algunas universidades forman directivos competentes, pero
crecidos lejos del pueblo, no conocen sus ilusiones y necesidades. Tienen una
gran formación económica, pero no se sienten fascinados por el producto ni por
la creación de la producción. Saben administrar, hacen numerosas y exitosas
maniobras financieras. Se acostumbran con rapidez a tener grandes ingresos, a
gastar importantes sumas de dinero y no tienen la necesidad ni les ilusiona
dedicar toda una vida a construir algo en propiedad que perdure en el tiempo.
¿Cómo conseguir que
nazcan emprendedores? Necesitamos gente educada de otra forma, cultivada de
otro modo; personas con ideales, tal vez con algún matiz a la vieja usanza. Personas que sean capaces de volver a los
valores que construyen empresas sostenibles. Personas que se dediquen en cuerpo
y alma a la empresa: a estudiar intensamente, a viajar por el mundo, a
sumergirse en otros países para conocer diferentes productos y mercados.
Personas que investiguen, que pongan en práctica sus investigaciones y que,
junto con sus conocimientos, diseñen, fabriquen y, sobre todo, luchen por la
consolidación y solidez de sus productos, de su empresa.
Necesitamos mantener viva la cultura del esfuerzo y del
mérito. El trabajo, el compromiso y la responsabilidad son objetivos
indispensables.
España necesita
emprendedores. No necesita hombres de negocios que sean ingenieros en
finanzas, ni altos ejecutivos que buscan resultados a corto plazo. España tiene
realmente necesidad de auténticos emprendedores que se apasionen y amen el
producto, que busquen su perfección con vehemencia. Personas que sepan
transmitir y compartir con sus empleados la ilusión por la empresa para hacer
crecer sus productos dinámicos y competitivos.
Durante muchos años, en España han existido estos emprendedores. Algunos eran descendientes de antiguas familias de empresarios. Otros eran licenciados, médicos, ingenieros que deseaban llevar a la práctica los conocimientos adquiridos en las aulas. Otros eran meros trabajadores; estrictos luchadores inteligentes y motivados que deseaban aflorar en la sociedad de su país; soñaban con tener su propia empresa y posteriormente ver cumplidos sus sueños al transferirla a sus descendientes.
Hoy, nuestro país es testigo de un cuadro desolador. Buena parte de las grandes y medianas empresas españolas han sido vendidas a otros países. No tenemos apenas industria farmacéutica o electrónica. La gran distribución de nuevas tecnologías nos llegará de mano de alemanes, franceses o ingleses. Algunos dicen que la propiedad no cuenta, que lo realmente importante es el capital, pero cuando la propiedad se desplaza fuera de nuestras fronteras es allí donde realmente se concentrarán todas las competencias y los centros de investigación; también es allí donde se decidirá su publicidad. Un país que ha perdido la propiedad de sus empresas se convierte en una colonia.
¿Y por qué no nacen más emprendedores? Muchas veces, porque los hijos no desean continuar la actividad desarrollada por sus padres, sobre todo los varones. Ya de adolescentes, se han acostumbrado a la vida alegre, en ocasiones incluso libertina, al dinero fácil, de tal forma que muchas veces vemos que son las hijas las que suceden a los padres, pero tampoco éstas llegan a ser emprendedoras.
En los centros de enseñanza se difunde la cultura anticapitalista. No se transmite la satisfacción de la propia empresa, de la lucha, del éxito. Algunas universidades forman directivos competentes, pero crecidos lejos del pueblo, no conocen sus ilusiones y necesidades. Tienen una gran formación económica, pero no se sienten fascinados por el producto ni por la creación de la producción. Saben administrar, hacen numerosas y exitosas maniobras financieras. Se acostumbran con rapidez a tener grandes ingresos, a gastar importantes sumas de dinero y no tienen la necesidad ni les ilusiona dedicar toda una vida a construir algo en propiedad que perdure en el tiempo.
¿Cómo conseguir que nazcan emprendedores? Necesitamos gente educada de otra forma, cultivada de otro modo; personas con ideales, tal vez con algún matiz a la vieja usanza. Personas que sean capaces de volver a los valores que construyen empresas sostenibles. Personas que se dediquen en cuerpo y alma a la empresa: a estudiar intensamente, a viajar por el mundo, a sumergirse en otros países para conocer diferentes productos y mercados. Personas que investiguen, que pongan en práctica sus investigaciones y que, junto con sus conocimientos, diseñen, fabriquen y, sobre todo, luchen por la consolidación y solidez de sus productos, de su empresa.
Necesitamos mantener viva la cultura del esfuerzo y del mérito. El trabajo, el compromiso y la responsabilidad son objetivos indispensables.













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