Mejorar la prevención de riesgos laborales en la empresa a través de la introducción de la perspectiva de género
Cuando hablamos de aplicar la perspectiva de género en salud laboral normalmente nos viene a la cabeza la prevención de riesgos laborales respecto de la reproducción, embarazo y la lactancia natural. Esto nos lleva a olvidarnos completamente de otras cuestiones menos reguladas pero muy importantes si queremos mejorar la prevención de nuestras empresas.
Solemos olvidar incidir y dar un
tratamiento diferenciado a otras áreas de prevención, que pueden afectar
particularmente a la mujer, como la ergonomía, los riesgos psicosociales y el riesgo
químico.
Para entender por qué las mujeres
están más afectadas normalmente en estas áreas hay que entender, en primer
lugar, cómo está estructurado el mercado de trabajo.
Para empezar, está distribuido de
manera diferente y desigual, en cuanto a porcentaje de presencia, entre hombres
y mujeres, con un mayor porcentaje de hombres contratados, en general, que de
mujeres. Luego, dentro de cada sector, la distribución se produce de distinta
manera.
Esta distribución desigual del
mercado de trabajo, que aparentemente no debería de influir en la prevención de
las empresas, sí afecta. Provoca, entre otras cuestiones, la exclusión de las
mujeres de los estudios epidemiológicos, el que no se las tenga en cuenta
en los valores límites de exposición a sustancias químicas, ni en el diseño de las herramientas, máquinas
etc. Todo ello, porque en los diseños muestrales que se
calculan para elaborarlos, no se tienen
en cuenta los parámetros referidos a la mujer, ya que no son representativos en
las muestras. Por lo que en el esquema actual subyace la idea de que estudiando
a la población trabajadora masculina se está estudiando a la población
trabajadora general.
Por otra parte, si bien hay
sectores masculinizados como el de la construcción, también hay sectores
feminizados, como el sector servicios. Esto implica una distribución diferente
a la hora de estar más expuestos a unos u otros riesgos laborales.
A esto hay que unirle que hay una
distribución irregular de ocupaciones dentro de sectores, de manera que existe
mayoría de hombres en puestos de responsabilidad, frente a una mayoría de
mujeres en puestos de ejecución. Todo ello describe un contexto que nos da una
idea de cómo afecta la perspectiva de género a la PRL y provoca la necesidad de
introducirla al abordar el asunto.
Respecto de la ergonomía del
trabajo, la población femenina trabajadora presenta más riesgo de sufrir
lesiones músculo-esqueléticas debido, por una parte, al tipo de trabajo que
suele desempeñar por la realización de movimientos repetitivos, rápidos y
monótonos a causa, como habíamos visto anteriormente, de la segregación
vertical del mercado de trabajo, así como de su propia fisiología y parámetros
anatómicos.
Por otro lado, en lo que
concierne al diseño de los puestos de trabajo, la organización de los espacios
y el diseño de los equipos y las herramientas, se tiene en cuenta
habitualmente un modelo masculino de
trabajador, en lugar de adaptarse a las condiciones de la mujer si es ésta la
que desarrolla ese puesto concreto de trabajo.
Mayores riesgos psicosociales
En relación con los riesgos
psicosociales, las personas que ocupan puestos de trabajo de ejecución están
más expuestas a los riesgos relacionados con el bajo control, el bajo apoyo y
las bajas compensaciones. En cambio, entre las personas que ocupan puestos de
mando y técnicos, la prevalencia de exposición es mayor en los riesgos
relativos a las exigencias del trabajo.
Las mujeres están más expuestas a
los factores de riesgo psicosocial, ya que realizan con mayor frecuencia que
los hombres trabajos de ejecución, en los cuales los métodos de trabajo y el
diseño de tareas convierten la realización del trabajo en tareas rápidas,
repetitivas y que se tienen que llevar a cabo siguiendo una pauta muy concreta.
Son procesos de trabajo establecidos que no dejan margen de autonomía y
decisión. Por otra parte, en estos puestos de trabajo los salarios son más
bajos, ya que las competencias necesarias son menos valoradas, la promoción
profesional es muy limitada y la temporalidad es frecuente, por lo que las
exposiciones a inseguridad y baja estima son más prevalentes.
Asimismo, destacan las
diferencias entre hombres y mujeres en la exposición a la doble presencia, lo
cual implica, normalmente para la mujer
doble carga de trabajo, mayor fatiga y estrés.
Por ultimo, en determinados
sectores en los que se da el riesgo químico hay que tener en cuenta que éste
afecta de forma diferente al hombre y a la mujer. Se conoce a través de
estudios realizados que, debido a
las diferencias anatómicas,
fisiológicas o bioquímicas, las sustancias químicas pueden afectar de una
manera diferente a la población femenina. Y sin embargo una gran parte de los
valores límite establecidos para la exposición a sustancias tóxicas no tienen
en cuenta la posibilidad de que la respuesta toxicológica pueda ser diferente
entre las mujeres y los hombres. Tampoco se tienen en cuenta las exposiciones
extralaborales a las sustancias químicas, a las que normalmente están sometidas
en mayor medida las mujeres que los hombres.
Solemos olvidar incidir y dar un
tratamiento diferenciado a otras áreas de prevención, que pueden afectar
particularmente a la mujer, como la ergonomía, los riesgos psicosociales y el riesgo
químico.
Para entender por qué las mujeres
están más afectadas normalmente en estas áreas hay que entender, en primer
lugar, cómo está estructurado el mercado de trabajo.
Para empezar, está distribuido de
manera diferente y desigual, en cuanto a porcentaje de presencia, entre hombres
y mujeres, con un mayor porcentaje de hombres contratados, en general, que de
mujeres. Luego, dentro de cada sector, la distribución se produce de distinta
manera.
Esta distribución desigual del
mercado de trabajo, que aparentemente no debería de influir en la prevención de
las empresas, sí afecta. Provoca, entre otras cuestiones, la exclusión de las
mujeres de los estudios epidemiológicos, el que no se las tenga en cuenta
en los valores límites de exposición a sustancias químicas, ni en el diseño de las herramientas, máquinas
etc. Todo ello, porque en los diseños muestrales que se
calculan para elaborarlos, no se tienen
en cuenta los parámetros referidos a la mujer, ya que no son representativos en
las muestras. Por lo que en el esquema actual subyace la idea de que estudiando
a la población trabajadora masculina se está estudiando a la población
trabajadora general.
Por otra parte, si bien hay
sectores masculinizados como el de la construcción, también hay sectores
feminizados, como el sector servicios. Esto implica una distribución diferente
a la hora de estar más expuestos a unos u otros riesgos laborales.
A esto hay que unirle que hay una
distribución irregular de ocupaciones dentro de sectores, de manera que existe
mayoría de hombres en puestos de responsabilidad, frente a una mayoría de
mujeres en puestos de ejecución. Todo ello describe un contexto que nos da una
idea de cómo afecta la perspectiva de género a la PRL y provoca la necesidad de
introducirla al abordar el asunto.
Respecto de la ergonomía del
trabajo, la población femenina trabajadora presenta más riesgo de sufrir
lesiones músculo-esqueléticas debido, por una parte, al tipo de trabajo que
suele desempeñar por la realización de movimientos repetitivos, rápidos y
monótonos a causa, como habíamos visto anteriormente, de la segregación
vertical del mercado de trabajo, así como de su propia fisiología y parámetros
anatómicos.
Por otro lado, en lo que
concierne al diseño de los puestos de trabajo, la organización de los espacios
y el diseño de los equipos y las herramientas, se tiene en cuenta
habitualmente un modelo masculino de
trabajador, en lugar de adaptarse a las condiciones de la mujer si es ésta la
que desarrolla ese puesto concreto de trabajo.
Mayores riesgos psicosociales
En relación con los riesgos
psicosociales, las personas que ocupan puestos de trabajo de ejecución están
más expuestas a los riesgos relacionados con el bajo control, el bajo apoyo y
las bajas compensaciones. En cambio, entre las personas que ocupan puestos de
mando y técnicos, la prevalencia de exposición es mayor en los riesgos
relativos a las exigencias del trabajo.
Las mujeres están más expuestas a
los factores de riesgo psicosocial, ya que realizan con mayor frecuencia que
los hombres trabajos de ejecución, en los cuales los métodos de trabajo y el
diseño de tareas convierten la realización del trabajo en tareas rápidas,
repetitivas y que se tienen que llevar a cabo siguiendo una pauta muy concreta.
Son procesos de trabajo establecidos que no dejan margen de autonomía y
decisión. Por otra parte, en estos puestos de trabajo los salarios son más
bajos, ya que las competencias necesarias son menos valoradas, la promoción
profesional es muy limitada y la temporalidad es frecuente, por lo que las
exposiciones a inseguridad y baja estima son más prevalentes.
Asimismo, destacan las
diferencias entre hombres y mujeres en la exposición a la doble presencia, lo
cual implica, normalmente para la mujer
doble carga de trabajo, mayor fatiga y estrés.
Por ultimo, en determinados
sectores en los que se da el riesgo químico hay que tener en cuenta que éste
afecta de forma diferente al hombre y a la mujer. Se conoce a través de
estudios realizados que, debido a
las diferencias anatómicas,
fisiológicas o bioquímicas, las sustancias químicas pueden afectar de una
manera diferente a la población femenina. Y sin embargo una gran parte de los
valores límite establecidos para la exposición a sustancias tóxicas no tienen
en cuenta la posibilidad de que la respuesta toxicológica pueda ser diferente
entre las mujeres y los hombres. Tampoco se tienen en cuenta las exposiciones
extralaborales a las sustancias químicas, a las que normalmente están sometidas
en mayor medida las mujeres que los hombres.












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